Cuando el tiempo haya modificado mi estructura,
y mi cuerpo sea otro, otra mi sangre,
otros mis ojos y otros mis cabellos.
Pensaré en ti, tal vez.
Seguramente, mis sucesivos cuerpos
-prolongándome, vivo, hacia la muerte-
se pasarán de mano en mano, de corazón a corazón,
de carne a carne, el elemento misterioso
que determina mi tristeza cuando te vas,
que me impulsa a buscarte ciegamente,
que me lleva a tu lado sin remedio:
lo que la gente llama amor, en suma.
Y los ojos
-qué importa que no sean estos ojos-
te seguirán a donde vayas, fieles.
Ángel González
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